domingo, 21 de octubre de 2012

Son las 3 de la mañana y clara sigue dando vueltas entre las sábanas hasta que, de súbito y sin soportar más esos leves ataques de pánico que la dejan a la búsqueda desesperada de aire, se sienta y comienza a llorar. Clara escupe el llanto, vomita el llanto, grita el llanto. Se suena la nariz violentamente y tira los pañuelos con bronca al suelo. Hasta que se deja caer en el colchón agotada de llanto, exhalando llanto, temblando llanto. Y se hace un ovillo; se abraza a las rodillas y se aferra como si su vida dependiese de eso y es que su mundo se desmorona, ella se desmorona y se sostiene a si misma para no caer rota en pedazos. Se frota para sellar, al menos momentáneamente  las rajaduras de su ser. Y así sobrevive noche tras noche hasta que logra, en algún suspiro, dejar ir tanto miedo, tanta bronca, tanta angustia; dejarse ir ella -porque lo sabe, a él nunca lo va a dejar ir-