Ropa tirada por el piso, libros desparramados, fotos empapelando el piso, discos y espejos rotos reflejando el poco sol que se cuela por la ventana; símbolo del día que nace, de la vida que sigue. La valija vacía sobre la cama, igual que este cuarto vacío de vos sobre mis hombros; tu ausencia que no para de pesar.
El viento otoñal que sopla afuera me invita a salir, a ver que el mundo sigue y que, como esta estación, todo tiene su fin. "Que algo termina significa que otra cosa empieza" me decías siempre con esos aires de tipo mayor que tanto te gustaba refregarme (y mirá si eras trillado eh) . Lo que no me explicaste, es cómo empezar algo sin vos. ¿Qué hacer cuando tu impulso, tu inspiración desaparece?
No sé cómo un cigarrillo llegó a mis labios mientras mi mano manoteaba el fuego de tu viejo encendedor. ¿Por qué será esa irrefrenable necesidad de fumar ante la angustia? A vos siempre te gustaba fumar en las sesiones, te parecía que le daba más misterio. "Vos nunca vas a entender la magia del humo" era tu frase favorita. Será que lo estaré empezando a entender... La sensación amarga en los labios, el calor del humo en la boca, las cosquillas bajando por la garganta, la exhalación "purificadora". Paradójico, ¿no? Que fumar purifique nuestras respiraciones. Nos consumimos a su ritmo, se consumen nuestros sueños, nuestras frustraciones, nuestras incertidumbres (¿acaso también nuestra vida?). Y todo eso lo exhalamos después en una simple pitada. Nuestros pulmones se van llenando de humo, y ¿no es eso acaso una forma de lento suicidio? Preferimos pensar que podemos más que la muerte, que somos nosotros mismos, después de todo, los que decidimos y no que es la vida misma quien realmente decide. Que patética sensación de falso poder. Parece ser inevitable ya dejarme caer a través de este espiral de maquinaciones perversas en el que me dejaste sumergida. Al menos la tristeza inspira a los artistas... Ay no, ya empezamos con los auto-consuelos baratos.
El amanecer sigue inundando esta ciudad que nunca duerme, mientras yo apago el cigarrillo con el pie -lo admito, tengo la esperanza de apagar también toda mi incertidumbre- . Me planteo regresar y enfrentarme con la valija vacía y meterle todos los recuerdos desparramados, nuestro arte tirado y pisoteado, los sueños incumplibles e incumplidos.
Y cerrarla, de una vez por todas, cerrarla.