Corría el año no muy lejano, un periodista todavía no muy conocido, trabajando en el diario más leído del país.
Cuenta la historia que este joven reportero debía de entregar una nota sobre el discurso que daría el presidente de la Nación por la tarde-noche del corriente día. Apenas unas horas antes un simple llamado desestructuró toda su noche.
Un amigo y dos despampanantes rubias lo esperaban para descorchar la noche porteña. Los argumentos: "si total, el discurso siempre es igual, siempre dice lo mismo".
Entusiasmado y confiado nuestro joven periodista se lanza en el reporte de un "discurso conmovedor" todavía no dado, "aplaudido y ovacionado por la multitud conmocionada", que todavía no había asistido. Y nunca iba a asistir.
Mientras el cronista-inventor se encontraba en algún rincón oscuro de una ciudad que nunca duerme, se da el aviso de que el acto será suspendido.
Al día siguiente, en discordancia con los demás titulares, este popular diario sacaba un reluciente artículo detallando las maravillas de este movimiento político.
¿Lo peor? El gobierno jamás lo desmintió.