lunes, 23 de mayo de 2011

El sexo de las miradas

De repente, sin previo aviso, sus miradas se encontraron. Sus ojos reflejaban pasión y desenfreno, los de ella amor y dulzura. La desviación de su mirada fue el pie a un sexo sin manos, sin cuerpo, sin palabras, tan solo con los ojos.

Dejándose llevar por la fuerza de su mirada ella se dejó desvestir, dejando caer, inexpertamente, su vestido celeste. Rápidamente miró para otra parte, avergonzada, pero sabiendo que eso no ocultaba su desnudez.

Él, que ya tenía experiencia en ese tipo de actos, se hizo desear un poco. Finalmente ella pudo, lentamente,desabotonar su verde camisa y así recorrer su pecho de pensamientos y sentimientos, mientras él se deslizaba entre sus curvas de miedos y esperanzas. Entre palabras y caricias, y corazas y barreras esparcidas por el suelo, el clímax los sorprendió dejándolos al descubierto. Sus miradas desnudas expresaban todo lo que sentían. Ya no había pensamiento no compartido, ideal no discutido, ni sentimiento no demostrado entre ellos. Lo que había pasado hasta ese momento entre ellos no importaba, solo importaba ese trance conseguido.

Entonces, y recién entonces, la mujer le permitió empezar a desvestirla.