lunes, 7 de octubre de 2013


La ciudad duerme cuando el antro despierta y ellos entran. El trance es paulatino, pero místico; un mundo surrealista abre sus peligrosas puertas a lo que parece un sueño (o una pesadilla). Los sentidos adormecidos por las sustancias etílicas, las luces titilantes, el aire viciado de humo que asfixia, el cerebro aturdido de sonidos disonantes. Los cuerpos convulsionan en masa al ritmo de ruidos repetitivos y aturdidores; los brazos se elevan, la cabeza revolea la melena, una voz que se siente ajena grita notas en tonalidades desconocidas, libres de inhibiciones. No hay juicios de valor, solo simples cuerpos necesitados de movimientos descordinados, mentes saturadas ansiosas de descanso. Sólo existe el ahí, el ahora. Todo son extremos, una mortal combinación entre paraíso y purgatorio.Se intoxican, se olvidan, se matan y reviven. Todos solos. Todos juntos