El destino los tienta con su incierto
azar al acecho.
Los llama.
Los alienta.
Y de a poco se dejan convencer
y asisten a la
inevitable
cita con el diablo.
No deberíamos decir no?
Oponernos a la inmoralidad
insistente,
persistente,
que nos grita
y aturde
con sus promesas de
placer y secreto.
Ojos que no ven...
Corazón que atormenta.
Y vos, compañero de infidelidades,
me vas a salvar del diluvio?
Deberíamos decir no,
pero este si ya se escapó
de estos traviesos labios
sin dueño.
Y vos, los vas a parar?