![]() |
"El peregrino es alguien que busca. Se pone en camino detrás de una esperanza. Cree que hay para él un lugar en el mundo. Y lo busca, aún sin saber bien qué es lo que lo empuja. O lo atre… Es un hombre que ama la vida y quiere vivirla con un para qué. Al ponerse en camino se expone a que el Dios de la vida le cambie el para qué de su existencia. Es un riesgo a la vez que lo desea, quizás también le teme. Por eso busca unirse a otros, para corajear…" 22-06-2012 |
domingo, 22 de julio de 2012
Ya un mes, sin palabras
miércoles, 11 de julio de 2012
¿Qué decir?
Hay hechos que escapan a nuestra lógica o entendimiento,
que por lo general nos parecen injustos, innecesarios,
por el simple hecho de que ni nuestra mente -ni nuestros
sentimientos- logran asimilar alguna razón
que justifique el vacío y la tristeza.
Habrá que consolarse pensando que por algo será, no?
Simplemente despedirse con un "hasta dentro de algún tiempo",
cerrar los ojos,
respirar hondo,
y en un suspiro que parece eterno, así como demasiado corto,
dejarte ir.
lunes, 9 de julio de 2012
"Portulinus y Blanca se han sentado, como siempre, bajo aquel
árbol para reincidir en un cierto diálogo dificultoso durante el cual él la
observa con apremio, refrenando la avidez en la punta de la lengua al hacerle
la pregunta que quema, ¿Nuestro árbol?, y experimentando un momentáneo alivio
al escuchar ratificar, Él árbol nuestro; ¿Tuyo y mío?; Tuyo y mío. ¿Tú y yo?,
Tú y yo; ¿Nosotros dos? Sí, amor mío, nosotros dos. La habilidad conciliatoria
del primer número par, el dos, repetido por ella día tras día bajo aquel mirto,
le devuelve a él tranquilidad (…). A él, el número dos le permite defenderse,
al menos durante el instante en que Blanca lo pronuncia, de esa insufrible
dualidad que se interpone como un hueco entre el cielo y la tierra, el
principio y el fin, el macho y la hembra, el árbol y la sombra, la pasión por
su esposa Blanca y la urgencia de escapar de su control."
-Delirio
Albert Camus once wrote, “Blessed are the hearts that can bend; they shall never be broken.”
But I wonder if there’s no breaking then there’s no healing, and if there’s no healing then there’s no learning. And if there’s no learning then there’s no struggle. But the struggle is a part of life.
So must all hearts be broken?
Lucas Scott
Albert Camus once wrote, “Blessed are the hearts that can bend; they shall never be broken.”
But I wonder if there’s no breaking then there’s no healing, and if there’s no healing then there’s no learning. And if there’s no learning then there’s no struggle. But the struggle is a part of life.
Parafraseando a un pibe en el bondi
“Cuando entro a la clase, todo cambia, me chupa la energía. Es como que ni bien nos sentamos en las sillas, cada uno adopta un rol de mierda. Se crea un clima horrible, incómodo. Es como si cada uno tuviese que cumplir con su papel, haciendo comentarios ácidos, creando una atmósfera desagradable. Te digo más, se me van las ganas de ir al colegio, es ir a pasarla mal. Me cansa tener que actuar así, es agotador y horrible hacer cosas que no son propias de uno, que el ambiente te fuerce y te lleve a ser alguien quién no sos.”
Y después hablamos de bullying…
Una
pregunta acompaña nuestros sueños, proyectos, encrucijadas, crisis y
experiencias de todo tipo: ¿cómo va a terminar esto? Confiamos, tememos, nos
entusiasmamos, dudamos, pero no podemos adelantar la respuesta. Hay que esperar
hasta el final. Cuando las cosas terminan bien solemos decir ¡yo sabía! ¿Pero
de veras lo sabíamos? Nunca se sabe. ¿Por qué nos preocupa conocer el final?
Porque sabemos cómo termina la vida: con nuestra muerte. Y esta certeza nos
impulsa a buscar garantías para el mientras tanto. Que nos digan que
reencarnaremos como reyes o reinas, que nos espera el paraíso, que hay otra
vida y es eterna, o que se descubrió la droga de la inmortalidad. Pedir y soñar
no cuesta nada, pero en el fondo sabemos que ese final no cambiará.
¿Qué
hacer, entonces? Cambiemos los finales que podemos. Contémonos historias con
finales felices. Dejemos el postre para lo último, compremos lo que sea en 60
cuotas, prometámonos amor eterno y creámosle a quien nos vende felicidad sin
esfuerzo y bajo cualquier forma, líquida o sólida, tangible o virtual. Mientras
haya cuotas por pagar nuestros acreedores no nos dejarán morir; mientras nos
espere el postre podemos prolongar la comida; si el amor es para siempre,
vencerá a la muerte; si logramos quitar de nuestro cuerpo y de nuestra piel las
huellas del tiempo, habremos engañado a Cronos; si creemos en los gurúes de
turno, ellos nos darán la receta para cocinar perdices y ser felices hasta
nunca.
La
garantía de un final feliz nos arrebata del presente, que es donde las cosas
ocurren y piden participación, compromiso, esfuerzo, responsabilidad,
definición y nos transporta a un futuro venturoso. Pero no nos alcanza un final
feliz. Necesitamos muchos, porque después de cada uno la vida, empecinada,
vuelve a plantearnos sus preguntas a través de las experiencias cotidianas.
¿Cuál es el sentido de tu existencia? ¿Qué huella estás dejando? ¿Para qué
hacés lo que hacés? ¿Cómo vivís tus valores? ¿Qué aprendés de tus frustraciones
e imposibilidades? ¿Para qué te ocurre lo que te ocurre? Y suponiendo que hayas
concluido que nada tiene sentido (y por lo tanto te vas a sumergir en el final
feliz imaginario que más te guste), ¿harás algo para darle sentido al
sinsentido? Si la respuesta es afirmativa, lo que fuere debe hacerse en el
presente absoluto.
No
tengo nada contra los finales felices de la ficción, he disfrutado y disfruto
de muchos. Como dice Woody Allen en Hannah y sus hermanas, está bueno después
de todo dejar por un momento de hacerse preguntas que uno no puede responder y
está bueno disfrutar lo disfrutable mientras dure. Un final feliz dura lo que
dura. Después se encienden las luces de la sala, o se apaga el televisor, o se
cierra el libro. Y la vida continúa. Y nos pide que construyamos nuestra
historia de cada día, con sus más y sus menos, con dolores y alegrías reales,
con acciones y consecuencias. No se puede ir al cielo sin morir, decía el
psicoterapeuta Sheldon Kopp en Al encuentro de una vida propia. Los finales
felices ofrecen un atajo. Pero no nos liberan de hacer nuestro propio camino.
Sergio Sinay
Sergio Sinay
Juegos de palabras entre un esperanza y una cronopio
Él:
Fino-exilio-esquisito-susurro-meditar-perpetuo-clemencia-distante-sonrisa-singular.
En este exilio fino, esa sonrisa singular. En estos tiempos modernos, de clemencia distante y susurros perpetuos, pedimos escrúpulos olvidados entre meditaciones distantes que nos recuerdan detalles infalibles, palabras mágicas en esta vida exquisita, de objetividad olvidada. Y esos sueños dulces y penas amargas. ¿Vida agridulce?
Yo:
Alma-sutil-cielo-caracolear-espacio-plural-boreal-placer-tú-éxtasis
Tú, yo, vos, nosotros. La vida en un plural
colectivo. Con el éxtasis de la multitud nos zambullimos en este espacio
terrenal, en este presente no tan cielo ni tan tierra, no tan sutil ni tan vivo,
no tan vos ni tan yo, como este placer que matandonos nos revive y divide en pequeñas
fracciones de alma y polvo. Nos subimos,
nos vamos, nos escapamos volando entre auroras boreales y cuál caracoles
escondidos en su coraza esperamos el desenso sin piedad ni gloria. Sutilezas de
un mundo inentendido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)