domingo, 22 de julio de 2012

Ya un mes, sin palabras


"El peregrino es alguien que busca. Se pone en camino detrás de una esperanza. Cree que hay para él un lugar en el mundo. Y lo busca, aún sin saber bien qué es lo que lo empuja. O lo atre… Es un hombre que ama la vida y quiere vivirla con un para qué. Al ponerse en camino se expone a que el Dios de la vida le cambie el para qué de su existencia. Es un riesgo a la vez que lo desea, quizás también le teme. Por eso busca unirse a otros, para corajear…"

22-06-2012




miércoles, 11 de julio de 2012

"Miento, si digo yo, sin decir vos..."


Hace un mes estábamos cumpliendo tres lindos añitos. ¡Que momento! Y acá estamos, festejando otro "cumplemes", cada uno más especial, más único, más lleno de experiencias juntos. Te quiero bonito. 







¿Qué decir?
Hay hechos que escapan a nuestra lógica o entendimiento,
que por lo general nos parecen injustos, innecesarios,
por el simple hecho de que ni nuestra mente -ni nuestros
sentimientos- logran asimilar alguna razón
que justifique el vacío y la tristeza.
Habrá que consolarse pensando que por algo será, no?
Simplemente despedirse con un "hasta dentro de algún tiempo",
cerrar los ojos,
respirar hondo,
y en un suspiro que parece eterno, así como demasiado corto,
 dejarte ir
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lunes, 9 de julio de 2012


"Portulinus y Blanca se han sentado, como siempre, bajo aquel árbol para reincidir en un cierto diálogo dificultoso durante el cual él la observa con apremio, refrenando la avidez en la punta de la lengua al hacerle la pregunta que quema, ¿Nuestro árbol?, y experimentando un momentáneo alivio al escuchar ratificar, Él árbol nuestro; ¿Tuyo y mío?; Tuyo y mío. ¿Tú y yo?, Tú y yo; ¿Nosotros dos? Sí, amor mío, nosotros dos. La habilidad conciliatoria del primer número par, el dos, repetido por ella día tras día bajo aquel mirto, le devuelve a él tranquilidad (…). A él, el número dos le permite defenderse, al menos durante el instante en que Blanca lo pronuncia, de esa insufrible dualidad que se interpone como un hueco entre el cielo y la tierra, el principio y el fin, el macho y la hembra, el árbol y la sombra, la pasión por su esposa Blanca y la urgencia de escapar de su control."


-Delirio

Albert Camus once wrote, “Blessed are the hearts that can bend; they shall never be broken.”

But I wonder if there’s no breaking then there’s no healing, and if there’s no healing then there’s no learning. And if there’s no learning then there’s no struggle. But the struggle is a part of life. 


So must all hearts be broken?

Lucas Scott

Parafraseando a un pibe en el bondi


“Cuando entro a la clase, todo cambia, me chupa la energía. Es como que ni bien nos sentamos en las sillas, cada uno adopta un rol de mierda. Se crea un clima horrible, incómodo. Es como si cada uno tuviese que cumplir con su papel, haciendo comentarios ácidos, creando una atmósfera desagradable. Te digo más, se me van las ganas de ir al colegio, es ir a pasarla mal. Me cansa tener que actuar así, es agotador y horrible hacer cosas que no son propias de uno, que el ambiente te fuerce y te lleve a ser alguien quién no sos.”

Y después hablamos de bullying…
Una pregunta acompaña nuestros sueños, proyectos, encrucijadas, crisis y experiencias de todo tipo: ¿cómo va a terminar esto? Confiamos, tememos, nos entusiasmamos, dudamos, pero no podemos adelantar la respuesta. Hay que esperar hasta el final. Cuando las cosas terminan bien solemos decir ¡yo sabía! ¿Pero de veras lo sabíamos? Nunca se sabe. ¿Por qué nos preocupa conocer el final? Porque sabemos cómo termina la vida: con nuestra muerte. Y esta certeza nos impulsa a buscar garantías para el mientras tanto. Que nos digan que reencarnaremos como reyes o reinas, que nos espera el paraíso, que hay otra vida y es eterna, o que se descubrió la droga de la inmortalidad. Pedir y soñar no cuesta nada, pero en el fondo sabemos que ese final no cambiará.

¿Qué hacer, entonces? Cambiemos los finales que podemos. Contémonos historias con finales felices. Dejemos el postre para lo último, compremos lo que sea en 60 cuotas, prometámonos amor eterno y creámosle a quien nos vende felicidad sin esfuerzo y bajo cualquier forma, líquida o sólida, tangible o virtual. Mientras haya cuotas por pagar nuestros acreedores no nos dejarán morir; mientras nos espere el postre podemos prolongar la comida; si el amor es para siempre, vencerá a la muerte; si logramos quitar de nuestro cuerpo y de nuestra piel las huellas del tiempo, habremos engañado a Cronos; si creemos en los gurúes de turno, ellos nos darán la receta para cocinar perdices y ser felices hasta nunca.
La garantía de un final feliz nos arrebata del presente, que es donde las cosas ocurren y piden participación, compromiso, esfuerzo, responsabilidad, definición y nos transporta a un futuro venturoso. Pero no nos alcanza un final feliz. Necesitamos muchos, porque después de cada uno la vida, empecinada, vuelve a plantearnos sus preguntas a través de las experiencias cotidianas. ¿Cuál es el sentido de tu existencia? ¿Qué huella estás dejando? ¿Para qué hacés lo que hacés? ¿Cómo vivís tus valores? ¿Qué aprendés de tus frustraciones e imposibilidades? ¿Para qué te ocurre lo que te ocurre? Y suponiendo que hayas concluido que nada tiene sentido (y por lo tanto te vas a sumergir en el final feliz imaginario que más te guste), ¿harás algo para darle sentido al sinsentido? Si la respuesta es afirmativa, lo que fuere debe hacerse en el presente absoluto.
No tengo nada contra los finales felices de la ficción, he disfrutado y disfruto de muchos. Como dice Woody Allen en Hannah y sus hermanas, está bueno después de todo dejar por un momento de hacerse preguntas que uno no puede responder y está bueno disfrutar lo disfrutable mientras dure. Un final feliz dura lo que dura. Después se encienden las luces de la sala, o se apaga el televisor, o se cierra el libro. Y la vida continúa. Y nos pide que construyamos nuestra historia de cada día, con sus más y sus menos, con dolores y alegrías reales, con acciones y consecuencias. No se puede ir al cielo sin morir, decía el psicoterapeuta Sheldon Kopp en Al encuentro de una vida propia. Los finales felices ofrecen un atajo. Pero no nos liberan de hacer nuestro propio camino.


Sergio Sinay

Juegos de palabras entre un esperanza y una cronopio


Él:


Fino-exilio-esquisito-susurro-meditar-perpetuo-clemencia-distante-sonrisa-singular.



En este exilio fino, esa sonrisa singular. En estos tiempos modernos, de clemencia distante y susurros perpetuos, pedimos escrúpulos olvidados entre meditaciones distantes que nos recuerdan detalles infalibles, palabras mágicas en esta vida exquisita, de objetividad olvidada. Y esos sueños dulces y penas amargas. ¿Vida agridulce?

Yo: 

Alma-sutil-cielo-caracolear-espacio-plural-boreal-placer-tú-éxtasis

Tú, yo, vos, nosotros. La vida en un plural colectivo. Con el éxtasis de la multitud nos zambullimos en este espacio terrenal, en este presente no tan cielo ni tan tierra, no tan sutil ni tan vivo, no tan vos ni tan yo, como este placer que matandonos nos revive y divide en pequeñas fracciones de alma y polvo.  Nos subimos, nos vamos, nos escapamos volando entre auroras boreales y cuál caracoles escondidos en su coraza esperamos el desenso sin piedad ni gloria. Sutilezas de un mundo inentendido.